La pedida de Irene y Federico sobre el cielo de Madrid

No hay lugar donde un piloto como Federico se encuentre más a gusto. Por eso la pedida de mano fue sobrevolando en avioneta parte de la geografía de nuesto país. «Empezó a sonar una alarma de emergencia. Me asusté, pero intenté ayudarle en todo lo posible. Me hizo seguir las instrucciones de emergencia y darle un kit de supervivencia que contenía una caja. En su interior había un precioso anillo que me puso en el dedo mientras me preguntaba si quería casarme con él»

EL FLECHAZO

De ser conocidos en Valencia a enamorarse en Madrid. Irene y Federico se relacionaban por haber sido siempre de la misma falla, pero su amor no brotó hasta que no coincidieron en una fiesta cuando ambos estudiaban en la capital. Fue entonces cuando decidieron conocerse mejor y empezar a salir.

ÍNTIMA Y EMOTIVA

La madre de Irene siempre ha veraneado en Denia y cosecha muy buenos recuerdos de la ciudad. Cuando se les planteó la oportunidad de visitar la finca de la Fredad, accedieron de inmediato al imaginar su boda celebrada entre árboles y flores. Su amigo, el sacerdote don Santiago Piñeiro, condujo la ceremonia de manera muy cercana y emotiva. Para sumarle más emoción, contaron con el coro de 28 voces del Sant Yago y a sus amigos de Hakuna. Todavía hoy recuerdan cada momento del enlace.

LA COMPLICIDAD

La decisión de la diseñadora estuvo clara desde el primer momento porque Irene quería que fuese valenciana. Con Amparo Chordá se entendió a la perfección desde el primer día y el resultado superó sus expectativas.

PARA EL RECUERDO

El momento más mágico fue cuando bailaron el Vals de las flores de Tchaikovsky, después de varias sesiones de ensayos y de divertidas anécdotas. Meses más tarde, la pareja recuerda con cariño las caras de felicidad y disfrute de sus familiares y amigos al verles darse el «sí quiero».

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