Hacía frío aquel domingo lluvioso de febrero en el que ni Marta ni Robin tenían que estar en aquella pista de pádel… pero el destino es siempre caprichoso y una chispa se encendió entre ellos. «Llegué a casa y estaba como en una nube», recuerda Marta. Cinco años después, contemplando una puesta de sol en la cala Benirràs, Robin sacó el anillo con el que Marta siempre había soñado y le pidió casarse con él. Un retraso obligado por la pandemia y siete años después de conocerse se dieron el sí quiero
LA LOCALIZACIÓN DE SUS SUEÑOS
Marta y Robin tuvieron claro que la Masía Aldamar tenía que ser el lugar donde celebrar su boda. Desde el primer momento visualizaron una ceremonia emotiva bajo los árboles y una cena mágica en el jardín durante una noche estrellada de junio.
MODERNO, CASUAL Y ROMÁNTICO
Para la decoración apostaron por tonos rosas, lilas y morados, los favoritos de Marta, jugando con la iluminación del banquete, el cielo estrellado y los centros altos de los que colgaban velas.
EMOCIÓN A FLOR DE PIEL
La ceremonia, oficiada por Cristina, de Merkiplan, y con los discursos de amigos de la pareja, la madre de Robin y el hermano de Marta, sacaron las carcajadas y las lágrimas de los asistentes.
FOR&EVER EN SUS PIELES
Tras un banquete lleno de momentos especiales, Marta y su padre abrieron el baile. De las manos de su padre Marta pasó a las de Robin, y así la música cambió y todos se unieron a bailar. Un fin de fiesta, con photocall y tatuador, al que no le faltó detalle y que hizo que ese día se convirtiese en imborrable.