El fundador de Cosín Studio analiza cuáles han sido los efectos para Valencia y para el colectivo de la Capitalidad Mundial del Diseño y pone en valor la educación como el pilar fundamental sobre el que se tiene que cimentar el gusto por la estética.
Cuando Pepe Cosín comenzó en el diseño, ni siquiera él mismo hubiera sabido definir demasiado bien qué era aquel mundo que le atraía tanto casi de forma instintiva. Y, claro, en su entorno nadie le acababa de entender. Quizás por ese motivo se ha sentido siempre empujado a luchar por un colectivo que el pasado año celebró que Valencia se convirtiera en la Capital Mundial del Diseño, un evento que está convencido de que tendrá sus efectos más importantes a medio y largo plazo.
¿Podría hacer un balance algo más objetivo de la Capitalidad Mundial del Diseño, casi un año después?
Ha sido un hito muy importante para Valencia, en un año en el que el diseño copó la oferta cultural de la ciudad, con datos que demuestran récords históricos de visitantes a contenidos y exposiciones del programa. La Fundació del Disseny, en la que nos hemos integrado la mayoría del colectivo es otro legado que deja la capital, además de que a la larga nos daremos cuenta de todo lo que hemos conseguido.
¿El gusto por la estética se educa?
Yo siempre he dicho que el problema que tenemos en España es que la educación plástica es bastante mediocre. Creo que tenemos un hándicap que no sé si es heredado de épocas anteriores, pero la sociedad española nunca ha brillado por su sensibilidad estética, probablemente porque no se ha educado en las escuelas como se tiene que educar, y aún tenemos muchos prejuicios con las artes en general. En el diseño, el tiempo es el mejor aval de su calidad. Creo que, más allá del impacto económico que ha dejado la capitalidad, es el propio colectivo el que se ha reforzado.
¿Cómo definiría el estilo de Pepe Cosín?
Completamente ecléctico, influenciado por todos los acontecimientos que he vivido, después de cuarenta y cinco años trabajando en esto. Probablemente, mi lenguaje ahora es más sólido, avalando siempre un interiorismo que envejezca con nobleza, no muy a la moda, en el sentido estricto. Nos gusta ver espacios diseñados hace quince o veinte años y que son completamente actuales.
En una entrevista dijiste que el mejor proyecto siempre está por llegar. ¿Lo crees así?
Al final disfrutamos mucho con nuestro trabajo y tenemos la suerte de que tenemos clientes que nos dejan hacer lo que proponemos, y quizás esa trayectoria que nos apuntala permite que arriesguen un poco más. Lo importante es la comunicación que se establece con el cliente y con el espacio, y eso siempre es emocionante.
¿Hasta qué punto es importante que Valencia tenga empresas de la talla de Andreu World?
Expormim, Actiu, Andreu World, Punt Mobles, Luzifer… y las nombro a estas cinco porque son premios nacionales, se han convertido en motores de tracción para que otras empresas jóvenes con menos experiencia se apunten al diseño. Hace cuarenta años, Italia no era lo que es ahora, pero probablemente ya tenía esos tractores que lo que han conseguido es multiplicar el potencial de un país que ahora es mundialmente conocido por la calidad de su diseño. En España es una asignatura pendiente a nivel industrial.
¿Cuáles cree que son las reivindicaciones más urgentes para avan- zar en el mundo del diseño?
Ahora mismo tenemos que consolidar lo que tenemos. Por ejemplo, en la industria azulejera ya no hay ninguna firma que quiera estar en el mercado que no hable un lenguaje más contemporáneo. Todos somos consumidores, y lo que queremos es que ese objeto o ese servicio sea diferente a otro. Cada uno tiene que encontrar su lenguaje y su lugar propio, porque eso es lo que le hará sobrevivir.